sábado, 3 de noviembre de 2007

Sus manos, agrietadas y cansadas, testigos del tiempo, se apoyaban sobre su regazo. Abatida, sentada en aquella vieja silla de cocina, perdía su mirada en el infinito, en un vacío cuya magnitud ni ella podía captar.
Unos instantes antes se había caído, se había roto en dos. Observaba su herida, su cicatriz incurable.
Ella lo intuía, pero es cierto: ni el tiempo ni nada logrará, en los años que le quedan de vida, calmar ese dolor, cerrar esa brecha.
Aún recuerda bien aquel día, sentada en aquella misma silla, se inclinaba con dificultad sobre un cubo mientras su curtidas manos pelaban patatas. Había oído la antigua puerta de la cocina y supo, sin saber, quién era. Levantó la vista mientras su interior sonreía. Sorprendida, encontró una inmensa felicidad en aquel rostro que la miraba desde la puerta, en aquel que hacía tanto que no reía.
Con una mirada lo saludó y le dijo: No sabes cuánto me alegro de verte tan contento. Inesperadamente la sonrisa de la puerta rompió el silencio con atronadoras palabras: “Mamá, me he alistado en la guerrilla.”
Las alegres palabras resonaron en los oídos de las manos agrietadas y, tan débiles de pronto, dejaron caer la patata a medio pelar y el cuchillo. Sus ojos se perdieron en imágenes y recuerdos. El tiempo se paró mientras las dos figuras se miraban: el joven soñaba, la vieja recordaba.
“Ah”, dijeron las desgastadas manos, intentando recomponerse, “y… ¿y eso?”
La respuesta regresó llena de fuerza. “Honraré la memoria de padre. Esos hijos de puta se van a enterar.” “Ah, si… si…” Miraba, pero no veía la sonrisa de la puerta, se veía a sí misma, tantos años atrás. Veía el mismo entusiasmo, la misma fuerza pero, sobre todo, veía el mismo odio, la rabia contenida. “Y… y ¿cuándo te vas?” “Mañana, antes de que amanezca, vendrán a buscarme.” Ahí estaba de nuevo, esa enérgica forma de hablar. “Ya verán esos cabrones, los voy a matar a todos.” Fue lo último que dijo la sonrisa antes de desaparecer por la puerta por la que había entrado.
Las manos, en silencio, recogieron el cuchillo, recogieron la patata y prosiguieron con su tarea.
La noche, enemiga de los disgustos, mantuvo las manos despiertas, intranquilas. Las imágenes atropellaban todo lo demás y les impedía conciliar el sueño. Las imágenes la revivían a ella y el día en el que ella llegó con la misma sonrisa a la misma cocina, muchos años atrás. Recordó su vida en el monte, los peligros, la primera vez que cogió un arma. Y a aquel hombre. Aquel que le dijo “Cásate conmigo.” y para el cual la respuesta había sido “Sí” por primera y última vez. Pero, entonces, los recuerdos se volvían amargos. Revivió también las múltiples torturas a las que el otro bando la había sometido cuando ella cayó. Recordó los golpes, el hambre y la rabia que no podía ser aplacada. Recordó cómo la obligaron a presenciar el fusilamiento de su marido y como éste había mirando al frente, sin seña alguna de miedo. Y entonces, un disparo.
Sus ojos se abrieron de golpe. No podía soportarlo más. Después de permanecer unos minutos sentada en la cama con la mirada perdida, se levantó y se dirigió a la cocina. Las manos desgastadas comenzaron a trabajar. No debía faltar mucho para que se levantase y quería prepararle algo de comida para la larga caminata. Mientras las manos seguían la tarea incansables, la mente volvió a evadirse. Ella también había hecho lo mismo en su día, la misma causa, las mismas metas, pero ella había visto lo que los ojos de él nunca deberían ver. Los motivos para alistarse seguían latentes, las ideas, y su padre estaría orgulloso. Pero esas manos cansadas no podían soportar la idea de que su hijo viviese lo que ella vivió, tuviese que matar y ver morir, tal vez morir él mismo o soportar torturas. No quería que su vida fuese una constante huída, como lo había sido la suya. Sólo correr, sólo escapar. No quería, pero hacia mucho ya que la sonrisa tomaba sus propias decisiones. La mujer volvió a la cocina y encontró con sus uñas clavadas en su propia piel. Él tomaba sus decisiones y ella tenía que apoyarle, aunque le partiese el corazón.
Cuando llamaron a la puerta, él abrió y se oyó “Me despido y nos vamos.” Escuchó la antigua puerta y allí estaba la sonrisa. “Toma”, le dijeron las manos, tendiéndole una cantimplora y un bocadillo envuelto. “Para la caminata.” “Gracias, mamá.”
Las dos miradas se cruzaron y no hicieron falta palabras. Uno soñaba y reía, otra evocaba y lloraba.
De pronto, él rompió el silencio. “Volveré, mamá, te lo prometo.” Pero los dos sabían que no sería así. Ella reventó. Una mezcla de impotencia, miedo, odio y dolor tuvieron que juntarse, ella nunca entenderá por qué lo hizo, pero comenzó a gritar “¡Vamos, fuera! ¡Sé un hombre! ¡Mátalos, limpia la memoria de tu padre y honrale como a él le hubiese gustado! ¡Mátalos, a todos!” Mientras chillaba, le había dirigido hasta los hombres que le esperaban y, al momento, todos se fueron. Él no miró atrás ni una sola vez.
Cuando desaparecieron en el horizonte, ella se cayó y se rompió en dos. Abatida, se dejó caer en la vieja silla con las agrietadas manos apoyadas en su regazo. Sin que se diera cuenta, su mirada se volvió a perder. Sin quererlo, sus puños se apretaron y sus dientes mordieron sus labios. También, sin querer y sin darse cuenta, la primera lágrima cayó.

4 comentarios:

Anita dijo...

Hola!

Loren, este es el texto que te dije, ya te lo he mecanografiado!
Lo siento, es un poco largo!

Espero que os guste!

Un beso grande!

PD. Aunque os prometí no volver a hacerlo, estoy perdida. Disfruto demasiado los momentos con vosotros! Habrá que repetirlo (siempre y cuando invite yo).

Anónimo dijo...

Absolutamente magnífico. Dudo siquiera que a mí se me llegara a pasar por la cabeza nada como esto. Cada vez me tienes más sorprendido.

Un beso.

Anónimo dijo...

Bueno, te acabo de firmar y se ha jodido. Ja, ja, ja

El texto me ha encantado, está muy bien escrito y lo que cuentas.

Tenemos que repetirlas, claro, pero siempre que NO invites tú. XD

Abrazos repetidos!

Anónimo dijo...

Madre mia... buenísimo. Aunque no haya leído todavía a Belén Gopegui -pero Druida, ¿a qué esperas?- a ver si vamos a tener la sucesora en este blog.

Saludos!