domingo, 25 de noviembre de 2007

V de Vendetta


Usare esta actualización para contestar a recientes comentarios y conversaciones.


Sólo os diré una cosa: V de Vendetta. En esta película (nunca he leído ninguno de sus cómics), V pone voz a mis ideas.


"He visto con mis propios ojos el poder de los ideales. He visto a gente matar por ellos y morir por defenderlos. No se puede besar un ideal, ni tocarlo o cazarlo; los ideales no sangran, no sufren, y tampoco aman. Pero nos dicen que recordemos los ideales, no al hombre, porque un hombre se puede acabar. Pueden detenerle, pueden matarle, pueden olvidarle, pero 400 años más tarde los ideales pueden seguir cambiando el mundo."

"Bajo esta piel hay algo más que carne y hueso, hay una idea... Y las ideas están a prueba de bala."


"Hay un rostro bajo esta máscara pero no soy yo. Ese rostro no me representa más que los músculos y los huesos que hay debajo."


Siempre que he visto cambiar el mundo ha sido a peor... Este mundo necesita algo más que parlamentos, necesita esperanza. Una mente abierta puede cambiar el mundo, pero muchas veces el único veredicto es venganza...


Un beso muy grande a todos y recordad: "Anarquía significa sin líderes, no sin orden."

martes, 20 de noviembre de 2007

Una verdadera historia de amor


El otro dia, cuando mi madre llegó a casa, tarde, después de una larga jornada de trabajo, yo estaba escuchando a Silvio Rodriguez (adorado por ambos, mi padre y mi madre).
Mi madre se dejó caer en el sofá, a mi lado, para disfrutar de la música.
Cuando se acabo la canción levantó unos ojos llenos de lágrimas, me miró y me dijo:
"Si algún día me falta papá (mi padre), creo que no podría volver a escuchar a Silvio, se me partiría el corazón."

Me pareción la más bonita declaración de amor. Me di cuenta de que, incluso después de tantos años, de tantos momentos faciles y dificiles, después de todo, siguen enamorados.

Por ellos.

lunes, 19 de noviembre de 2007

Un día de lluvia

La lluvia todo lo trae y todo lo lleva… Me empapa, moja mi corazón… Quiero gritarle a la lluvia todo lo que llevo dentro, pero ella misma me acalla… Mi corazón llueve, sangre sobre el mundo, sobre mí… Mis lágrimas se confunden con sus gotas, llueve felicidad… Dices que debería reir… Y, ¿qué voy a hacer yo, amigo, si el amor me inspira melancolía?... Llueven lágrimas de felicidad…
Feliz de poder sentir, feliz de saber sonreir… Dices que debería hablar… Pero qué bello es, amigo, el secreto… Lágrimas en silencio, bajo la lluvia, que no duelen…
Lágrimas hermosas, sonrisas ocultas, una espera que acaba, una palabra bonita, secreta…
Pero llueve, sin más… Llueve… Las calles desiertas acompañan mi vida, mojadas como mi corazón, inundadas… Inundadas de vida, de futuro, de todo…
No sé donde voy, amigo, pero sé que quiero caminar… Sé que algo bueno trae este día de lluvia… Algo bueno está por llover…
Y las gotas dibujan una sonrisa en mi cara y mis pasos se pierden en la oscuridad… Llueve, corazón…

miércoles, 14 de noviembre de 2007

El paso del tiempo...


Cuando era pequeña mis padres me llamaban "princesa de la cara de fresa". Yo me enfadaba mucho y les decía: No! Soy la princesa de la cara normal!
Ahora, años más tarde, cuando mi madre me llama "princesa de la cara normal" me enfado y le digo: No! Soy la princesa de la cara de fresa!

Utopía

¿Para qué sirve la utopía?
Ella está en el horizonte.
Me acerco dos pasos y ella se aleja dos pasos.
Camino diez pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá.
Por mucho que camine, nunca la alcanzaré.
¿Para qué sirve la utopía?
Para eso sirve la utopía: para caminar.

Asturias


Algo me llama. Apenas un susurro en la distancia, apenas la brisa acariciando mi piel. Pero me abraza, me llena.
Es Asturias, que me saluda desde la distancia y me dice que no me olvide de ella. ¿Cómo podría?
Creo que sólo un asturiano podría entender este amor irracional por un pedacito de tierra. Pero es más que eso, mucho más. Podría decir que son sus paisajes, que es su gente, sus hórreos o su sidra. Pero no.
Nunca he conseguido expresarlo ("Asturias si yo pudiera, si yo supiera cantarte...") y eso no es sino una intento en vano más. Es ese escalofrío que recorre todo mi cuerpo cuando entro en territorio asturiano, esa plenitud, ese sentirme acompañada dando un paseo en soledad. Es mirar una foto y sentirme orgullosa, es acostarme en Madrid, pasar alli la noche, y despertar de nuevo en la capital. Es saber que alguien te espera y siempre te esperará. Es, simplemente, ella.
Mis sensaciones podrían denominarse exageradas y muy posiblemente lo sean. Seguramente sean igual de exageradas como inevitables. Diego lo llamaría algo así como locura.
Sólo tengo una cosa clara: ya seas asturiano o extranjero, Asturias enamora. Porque si.

A ti, desde la distancia. Pronto nos veremos.


Mi razón de vivir siempre es volver...
Volver a algún sitio donde un día, fui feliz...

lunes, 12 de noviembre de 2007

Yo no lloro

Yo no lloro… Yo no lloro… Que línea más delgada me separa… Que línea más delgada, de ser una mujer… De que me respeten como persona… Apenas unos meses… para hacerme, para valer algo… ¿Qué pasa ese día?... ¿Qué pasa el día del precipicio?... ¿Qué día es ese, en el que, de repente, todos te ven diferente?... De pronto, depende de un día que tus decisiones sean válidas o una simple ilusión, que tus palabras sean escuchadas o se precipiten al vacío… ¿Acaso soy hoy menos persona que mañana?... ¿Acaso eres tú mas tú por ser mayor?... Pero yo no lloro… No lloro porque, al contrario de cómo piensas, sé quien soy, se hasta donde puedo llegar y, lo mas importante, sé quien eres tú… Sé que soy persona, digas lo que digas… Y no me conformo… No, no con tus condiciones… Soy quien soy y sé quien soy… te guste o no… Y no lloro, porque soy yo, ahora soy yo y mi vida… Somos nosotras, sin nada que nos interrumpa, nadie a quien necesitemos… Y no lloro… Voy a hacer mi vida, a mi manera, con mis sueños, no con los tuyos… con mis esperanzas, no con las tuyas… fiel a mis ideas, no a las tuyas… Quizás mañana vuelva, quizás mañana te eche de menos… Entonces regresaré, como una persona extraña, como alguien a quien no conoces porque, cuando podrías haberlo hecho, aún no me creías persona, aún no pensabas que fuera yo… Y no sabrás nada de mí, porque no intentaste conocerme cuando tuviste la oportunidad, porque no te parecía suficiente… ¿Entonces te pareceré suficiente?... ¿Te pareceré merecedor de ti?... ¿Te parecerá interesante saber si lloro?... Te lo digo ahora, yo no lloro… Porque quizás, entonces, será demasiado tarde… Quizás, entonces, sólo pase a tu lado y te salude… Quizás llores entonces, y quizás no me importe… Quizás ya no seas nada… Y yo no lloraré… Porque seré quien soy.. .La misma persona que ya soy… Y tú, sigues sin verlo… Imagínate si estas equivocado, que piensas que soy tan pequeña, que lo sabes todo de mí… Pero ni siquiera sabes, que lo que yo siento… es otra cosa…

Tienes los ojos verdes

- ¿Sabes que tienes los ojos verdes? Si no lo sabes, te lo digo yo: tienes los ojos…
- “Entonces, ¿os parece bien esa propuesta?”
- … verdes. Verdes. Pero no es un verde normal, el tuyo es…
- “Personalmente creo que es una buena idea.”
- … especial…
- “Y no es difícil de poner en práctica.”
- … sólo tuyo…
- “Además resolvería otros mucho problemas.”
- … bueno, y mío, cuando lo observo y me pierdo dentro de él…
- “No sé, sería un gran avance.”
- … es el verde que me da la paz con sólo un vistazo, el verde que me dice tantas cosas sin palabras…
- “Quería planteároslo, pero lo veo bastante claro.”
- … el verde que busco a todas horas, el verde de mis sueños, al que pertenecen todos mis pensamientos…
- “¿Qué os parece?”
- … verde, verde…
- “Bien, por lo que veo.”
- … mírame, deja que lo observe, que me de vida... verde…
- “Se lo comunicaré a la dirección, pues.”
- … ya lo veo, ya, otra vez…
- “No tendrán nada que objetar.”
- … inúndame…
- “Un poco de manipulación y no habrá ningún problema… jajaja.”
- … es increíble, tantos tonos de verde y ninguno que se le parezca, que pueda compararse… ninguno…
- “Venga, fuera de bromas… ¿lo has apuntado todo?”
- … eres tú el único que lo posee… ni árboles, ni flores, ni animales, ninguna persona… nadie… ese verde…
- “Ya está todo, ¿no?”
- … y pensar que no puedo decirte nada… no te lo puedo contar, no puedo hablarte de tu verde…
- “Venga, firmad todos.”
- … es un secreto, un secreto entre tus ojos y yo, sólo nosotros lo sabemos…
- “Ya está, pasa la hoja por aquí.”
- … un secreto… es el verde, verde…
- “Y dejad de empujar la mesa ya.”
- … quizás algún día te lo cuente y te hable del verde…
- “Venga, venga.”
- … pero sólo si tus ojos me dejan, porque es un secreto…
- “Ana, has estado callada todo el rato. ¿Tú qué opinas?”
- “¿Yo? Que tienes los ojos verdes…”

viernes, 9 de noviembre de 2007

La verdad, no se como expresar lo que siento. Me siento estúpida al intentarlo, creo que ya nada tiene sentido.
Podría escribir mil excusas, mil explicaciones, pero no acallarían mi cabeza. Nada me ayuda ya.
Son instantes, son casualidades, son los nervios, el estado de ánimo. Todo pasa tan rápido, viene y se va sin que te des apenas cuenta. Pero una vez pasa te odias, te arrepientes y no consigues explicarte como ha podido suceder.
Nada hace que el tiempo vuelva atrás. Nada consigue calmar esta rabia que siento dentro, este odio hacia mi misma. Nada.
Ya sólo resta pedir perdón y esperar que lo aceptes. Esperar que entiendas lo que me llevó a perder los nervios, la razón y, posiblemente, a un amigo.

Me arrepiento mucho de que escuchases gritos que no te correspondían y mucho menos te merecías.

Sin más me despido hasta pronto, con la esperanza de un abrazo de esos que tanto necesito.

Un beso, Loren.

jueves, 8 de noviembre de 2007

Para Diego

La oscuridad lo inundaba todo, por dentro y por fuera. Ella lloraba en silencio. Entre lágrimas oía a alguien respirar. Estaba durmiendo no muy lejos de ella, si estaba un poco el brazo, hasta podía rozar su piel. Pero no era la piel que ella quería acariciar, era otra. La persona que ella quería tener cerca, no estaba allí. Bueno, si estaba, al otro lado de la pared, bromeando y riendo con sus amigos. Podía oírles, pero tan lejos, que no podía ni adivinar por qué reían, era como un susurro, apenas audible. La verdad, tampoco le prestaba demasiada atención, estaba tan sumida en la oscuridad, que nada tenía ya importancia. De pronto, algo la sacó de sus pensamientos. Era aquel olor inconfundible. Provenía del cojín con el que habían estado jugueteando horas antes, y que ahora yacía entre sus brazos. Y así, abrazada a aquel olor, comenzó a recordar aquellos dos últimos días. Podía verlo todo pasar frente a ella, como una película. Cada palabra, cada sonrisa, cada detalle había quedado guardado en su memoria. Hasta sintió en su boca el sabor de las moras que había cogido de su mano, sólo para poder decirle gracias e intercambiar sonrisas. Todo. Recordó la discusión por quién llevaba los pasteles, el paseo en bicicleta, el acantilado con la roca, en la que no te puedes sentar porque te llevan las olas. También se acordó del paseo con las flores y el camino de vuelta, él había estado confundido, pero no lo sabía… También pasó por su mente la estrella fugaz, el paseo cogida de su brazo. Hasta había un hueco entre sus recuerdos para el escondite, él siempre corría mas. El día de mimos había sido el mejor, si, el de borde no le había gustado tanto, porque… Al volver a la oscuridad se sorprendió a sí misma sonriendo. Era sonrisa muy triste, pero no habría podido pedir mas. Volvió al olor. Era una cobarde, se había saltado el último recuerdo… en un vago intento de apartar su mente de aquel momento, se preguntó si él se acordaría de todos aquellos detalles, pero inmediatamente se sintió tonta e ingenua por hacerlo… claro que no. Se obligó a sí misma a volver a aquella última noche. Recordar aquello dolía mucho, pero debía hacerlo, y lo sabía. La discusión había sido muy dura y le había hecho mucho daño. Ella también había sufrido, pero se lo merecía o, por lo menos, eso era lo que ella pensaba. Además, ella se lo había hecho a conciencia, y eso le desgarraba el corazón, aunque sabía, que no había habido otra solución. Eso no era excusa, lo sabía, y pensarlo tampoco le hacía sentirse mejor, pero, y aunque su corazón se estuviera partiendo en mil pedazos a la vez, lo había hecho para protegerle, protegerse. Había necesitado hacerle daño para apartarle de ella y de sus sentimientos y acabar con sus fantasías y sueños que no harían mas que daño, y aquella había sido la mejor manera, aunque lo hubiera hecho con lágrimas en los ojos y sin dejar de pensar en él ni un instante. Ella había sufrido más que nadie, pero ni eso ni nada importaba ahora ya, porque, y aunque era lo que ella, rota y desesperada, había buscado, le había perdido para siempre. Se abrazó por última vez al olor y lloró. Lloró, hasta que, abatida, calló rendida ante el implacable sueño. Y, al otro lado de la pared, tres voces bromeaban y reían sin percatarse, de la oscuridad que todo lo inundaba, por fuera y por dentro.

martes, 6 de noviembre de 2007

Ven, corre...

Tenía la cabeza apoyada contra la ventana del autobús. Miraba las cosas pasar, árboles, casas, personas. Todo tan rápido, que se difundía. Todo, cada calle, cada detalle, todo estaba tan lleno de recuerdos, de momentos que pensaba, habían caído en el olvido, y que ahora volvían a desarrollarse tan claros ante mí; tan claros, que la piel se me erizaba y un sudor frío recorría mi espalda. ‘Tendría que haber vuelto antes’, pensaba una y otra vez. ‘Pero ahora ya es tarde… demasiado tarde.’ La cuidad donde había crecido me resultaba extraña, el lugar que un día había sido mi cálido hogar, ahora sólo era fría y distante.
El viaje continuaba, tranquilo. De repente, algo me hizo estremecerme. Levanté la cabeza. Ahí estaba, ese era el lugar. Ese. Parpadeé y ahí nos vi, a las dos, jugando. Parecía como si el tiempo se hubiera parado. ‘Ven, corre, vamos a nuestro escondite’, resonó en mi cabeza. Las risas de dos niñas hacían eco en mi mente y en mi corazón. Volví a parpadear. Ya no estábamos. Volví a escuchar el interminable ronroneo del autobús. Toda la luz del recuerdo se había desvanecido y había dejado tras de sí un paisaje gris, que anunciaba tormenta. ‘Demasiado tarde’, susurré.
El vehículo se detuvo. Fue el brusco movimiento al parar lo que me hizo emerger de mis pensamientos y me apresuré a bajar. En cuanto estuve fuera del autobús, éste retomó su camino, dejándome completamente sola en aquel desierto lugar. La verja negra estaba entreabierta. Al empujarla para poder entrar chirrió. Entré. Estaba empezando a atardecer. Era un lugar bonito. Grande y con muchos árboles, con enormes campos de hierba divididos por estrechas pero largas calles que partían de la más ancha, la principal. Recorrí aquel laberinto de calles con un arrugado papel que contenía algunas indicaciones para hallar el lugar que buscaba. Finalmente lo encontré. No pude contener las lágrimas. Mis piernas perdieron toda la fuerza, lo que me obligó a arrodillarme. Quería que todo fuese un sueño y que acabase ya. Pero sabía que no lo haría. Con mi mano hice un pequeño hoyo delante de mí, en la tierra húmeda. Hecho esto, saqué de mi bolsillo un papel doblado con cuidado. Lo miré por última vez, lo besé y lo metí en el hoyo, volviéndolo a cubrir de tierra, dejando el papel completamente enterrado, y lloré.

La policía había encontrado aquel cadaver flotando entre las aguas del río del pueblo. Nadie reclamó su cuerpo. Las pruebas que aquella mujer había dejado antes de arrojarse al vacío, condujeron a la policía hasta una carta enterrada ante una tumba. Esta decía:

“Te prometí que volvería a por ti y aquí estoy. He vuelto, aunque demasiado tarde y no pueda cumplir el ‘a por ti’. La vida viene y va y no nos pregunta lo que queremos. A mí no me preguntó y no supe imponerme frente a ella. No supe volver hasta que me llamaste. No encontraba el camino de vuelta a casa, quizás ni lo busque. No supe regalarte ni un poco de mi tiempo, hasta que las circunstancias no lo requirieron. Ahora la vida se ha ido para no volver jamás y nunca podré recuperar ni un instante del tiempo que pasé lejos de ti. Han pasado muchos años desde que me fui, dejándote atrás para siempre, aunque en el momento que lo hice, no sabía que sería hasta nunca. No sabía decir exactamente en qué momento dejé de pensar en ti, deje de echarte de menos y aprendí a vivir sin ti, pero lo hice y te pido perdón por ello. Ven, corre, vamos a nuestro escondite... Y pensar que todo esto fue por no saber tragarme mi orgullo y dejar atrás aquella absurda discusión. Y ahora ya no puedo ni darte un abrazo, para demostrarte que... lo he olvidado”

De los sueños...

Soledad… Tristeza… Las nubes lloraban, tristes, inconsolables. Sus lágrimas arañaban el cristal, con un leve ronroneo incesante. Los cristales protegían a una chica de la lluvia. Estaba tumbada en una suave cama, acurrucada entre cocines. Segura, protegida entre sueños. Estaba sola… ¿Sola? Sentía una mano enredada en las suyas. Otra acariciando con ternura su piel. Respiró profundamente. Un olor inconfundible penetró sus sentidos. Aquel olor, el suyo, sólo el de él. Lo reconoció enseguida. Alguien susurraba en su oído. Un sonido apenas audible, pero que contenían las palabras que sólo una persona sabía, le harían estremecerse, rebosante de felicidad. Otro sentido le hizo perder la cabeza. Era el sabor de un beso, estaba segura. Lo saboreó, lo disfrutó antes de dejar que fuera arrastrado de sus labios al recuerdo. No había duda, tenía que haber sido un beso. Él estaba ahí, tan cerca, abrazándola, cuidándola, protegiéndola… De la lluvia… Entre sueños. Su voz seguía susurrándole, su mano recorriendo su vientre. Ella abrió los ojos. Sonrió. Le estaba haciendo cosquillas. Oía las gotas acariciar el cristal… ¿Soledad? ¿Tristeza?

sábado, 3 de noviembre de 2007

Sus manos, agrietadas y cansadas, testigos del tiempo, se apoyaban sobre su regazo. Abatida, sentada en aquella vieja silla de cocina, perdía su mirada en el infinito, en un vacío cuya magnitud ni ella podía captar.
Unos instantes antes se había caído, se había roto en dos. Observaba su herida, su cicatriz incurable.
Ella lo intuía, pero es cierto: ni el tiempo ni nada logrará, en los años que le quedan de vida, calmar ese dolor, cerrar esa brecha.
Aún recuerda bien aquel día, sentada en aquella misma silla, se inclinaba con dificultad sobre un cubo mientras su curtidas manos pelaban patatas. Había oído la antigua puerta de la cocina y supo, sin saber, quién era. Levantó la vista mientras su interior sonreía. Sorprendida, encontró una inmensa felicidad en aquel rostro que la miraba desde la puerta, en aquel que hacía tanto que no reía.
Con una mirada lo saludó y le dijo: No sabes cuánto me alegro de verte tan contento. Inesperadamente la sonrisa de la puerta rompió el silencio con atronadoras palabras: “Mamá, me he alistado en la guerrilla.”
Las alegres palabras resonaron en los oídos de las manos agrietadas y, tan débiles de pronto, dejaron caer la patata a medio pelar y el cuchillo. Sus ojos se perdieron en imágenes y recuerdos. El tiempo se paró mientras las dos figuras se miraban: el joven soñaba, la vieja recordaba.
“Ah”, dijeron las desgastadas manos, intentando recomponerse, “y… ¿y eso?”
La respuesta regresó llena de fuerza. “Honraré la memoria de padre. Esos hijos de puta se van a enterar.” “Ah, si… si…” Miraba, pero no veía la sonrisa de la puerta, se veía a sí misma, tantos años atrás. Veía el mismo entusiasmo, la misma fuerza pero, sobre todo, veía el mismo odio, la rabia contenida. “Y… y ¿cuándo te vas?” “Mañana, antes de que amanezca, vendrán a buscarme.” Ahí estaba de nuevo, esa enérgica forma de hablar. “Ya verán esos cabrones, los voy a matar a todos.” Fue lo último que dijo la sonrisa antes de desaparecer por la puerta por la que había entrado.
Las manos, en silencio, recogieron el cuchillo, recogieron la patata y prosiguieron con su tarea.
La noche, enemiga de los disgustos, mantuvo las manos despiertas, intranquilas. Las imágenes atropellaban todo lo demás y les impedía conciliar el sueño. Las imágenes la revivían a ella y el día en el que ella llegó con la misma sonrisa a la misma cocina, muchos años atrás. Recordó su vida en el monte, los peligros, la primera vez que cogió un arma. Y a aquel hombre. Aquel que le dijo “Cásate conmigo.” y para el cual la respuesta había sido “Sí” por primera y última vez. Pero, entonces, los recuerdos se volvían amargos. Revivió también las múltiples torturas a las que el otro bando la había sometido cuando ella cayó. Recordó los golpes, el hambre y la rabia que no podía ser aplacada. Recordó cómo la obligaron a presenciar el fusilamiento de su marido y como éste había mirando al frente, sin seña alguna de miedo. Y entonces, un disparo.
Sus ojos se abrieron de golpe. No podía soportarlo más. Después de permanecer unos minutos sentada en la cama con la mirada perdida, se levantó y se dirigió a la cocina. Las manos desgastadas comenzaron a trabajar. No debía faltar mucho para que se levantase y quería prepararle algo de comida para la larga caminata. Mientras las manos seguían la tarea incansables, la mente volvió a evadirse. Ella también había hecho lo mismo en su día, la misma causa, las mismas metas, pero ella había visto lo que los ojos de él nunca deberían ver. Los motivos para alistarse seguían latentes, las ideas, y su padre estaría orgulloso. Pero esas manos cansadas no podían soportar la idea de que su hijo viviese lo que ella vivió, tuviese que matar y ver morir, tal vez morir él mismo o soportar torturas. No quería que su vida fuese una constante huída, como lo había sido la suya. Sólo correr, sólo escapar. No quería, pero hacia mucho ya que la sonrisa tomaba sus propias decisiones. La mujer volvió a la cocina y encontró con sus uñas clavadas en su propia piel. Él tomaba sus decisiones y ella tenía que apoyarle, aunque le partiese el corazón.
Cuando llamaron a la puerta, él abrió y se oyó “Me despido y nos vamos.” Escuchó la antigua puerta y allí estaba la sonrisa. “Toma”, le dijeron las manos, tendiéndole una cantimplora y un bocadillo envuelto. “Para la caminata.” “Gracias, mamá.”
Las dos miradas se cruzaron y no hicieron falta palabras. Uno soñaba y reía, otra evocaba y lloraba.
De pronto, él rompió el silencio. “Volveré, mamá, te lo prometo.” Pero los dos sabían que no sería así. Ella reventó. Una mezcla de impotencia, miedo, odio y dolor tuvieron que juntarse, ella nunca entenderá por qué lo hizo, pero comenzó a gritar “¡Vamos, fuera! ¡Sé un hombre! ¡Mátalos, limpia la memoria de tu padre y honrale como a él le hubiese gustado! ¡Mátalos, a todos!” Mientras chillaba, le había dirigido hasta los hombres que le esperaban y, al momento, todos se fueron. Él no miró atrás ni una sola vez.
Cuando desaparecieron en el horizonte, ella se cayó y se rompió en dos. Abatida, se dejó caer en la vieja silla con las agrietadas manos apoyadas en su regazo. Sin que se diera cuenta, su mirada se volvió a perder. Sin quererlo, sus puños se apretaron y sus dientes mordieron sus labios. También, sin querer y sin darse cuenta, la primera lágrima cayó.

jueves, 1 de noviembre de 2007

Lloran...

Oscuridad… Silencio… Un abrazo… nunca llega… Unos ojos… lloran… La sonrisa…derribada… su sonrisa… Lloran… sin parar… sin remedio… sin sonrisa... Lloran… sin lágrimas… ya no quedan… gastadas… agotadas… sin lágrimas… lloran… Hacía mucho… tanto… que no llovía… tanto… que no lloraban… sin lágrimas… no quedan… no hay mas… la oscuridad… se las lleva… la noche… larga… interminable… irremediable… ¿a dónde?... se las lleva… lejos… ¿se las lleva?... la noche… el abrazo… que no llega… Lloran… no quedan… frío… Un cuerpo se estremece… sin abrazos… no llegan… no quedan… ¿dónde?... no hay… pero lloran… sin mas… lloran…