viernes, 17 de septiembre de 2010

Cosas que sólo se aprenden en el dentista

Tras una intervención con anestesia, salgo del dentista. Cualquiera que haya pasado por eso, conocerá la irrefrenable necesidad de probar qué se siente al no sentir nada. Muerdo levemente, sé que no dolerá y no duele. Y pienso cuántas veces he deseado ser así yo. Insensible al dolor. Y sigo mordiendo y sigue sin doler. Ser inmune al dolor. Poder acercarte a las personas sin temor a que algún día te muerdan y te dejen, en el suelo, retorciéndote de sufrimiento. Sería fácil. Tremendamente sencillo.
Una única gota, un sabor me despierta. Pero no duele. Sangre. Y así, de pronto, recuerdo lo importante que es el dolor. Es, en realidad, lo único que nos defiende del exterior. Es, en realidad, nuestro único escudo. El aviso de que algo va mal, un quejido del cuerpo que nos hace darnos cuenta. En muchos casos lo único que nos recuerda que estamos vivos.
Sin dolor, seguiríamos mordiendo. Seguiríamos sangrando. Seguiríamos sufriendo, sólo que sin darnos cuenta. Tendríamos las mismas cicatrices, abiertas y cerradas. No evitaríamos que nadie nos mordiera, no evitaríamos que se llevaran pedazos de nosotros. Pero sin dolor.
Prefiero darme cuenta de que alguien me muerde, que alguien me desgarra, me deshace. Prefiero saber qué partes de mi faltan, qué partes se han llevado. Para retroceder. O avanzar.
Y así, de pronto, me doy cuenta de que, tal vez, no sea tan malo que me duelas, amor.

lunes, 19 de abril de 2010

Secretos

Nadie sabe por qué siempre llevo la primavera en la funda de mis gafas. Nadie sabe quién escribió palabras en las notas de mi pantalla, ni por qué una rata mira siempre a París. Nadie sabe qué pone en el techo, por qué una oveja siempre va conmigo, por qué llevo un ‘te quiero’ escrito en el cristal. Nunca le he dicho a nadie por qué los bombones están sin empezar, ni por qué mi hipopótamo se llama Mickey. Nadie entiende por qué escucho las mismas canciones, una vez, otra y otra. Nadie sabe por qué espero en la esquina si sé que no vas a venir, por qué ya no me gustan los aeropuertos, por qué me paro delante de una puerta de cristal. Nadie sabe por qué lloro de repente, por qué paseo por la ciudad mientras sonrío. Nadie sabe a quién busco en cada rincón, a quién echo tanto de menos, por qué no te puedo olvidar.
Nunca le digas a nadie que, para estar un poco más cerca de ti, duermo con tu pantalón. Es un secreto.

http://www.youtube.com/watch?v=KNHiHa2fhI8

martes, 13 de abril de 2010

Chicles de canela

Con la última mitad va el último suspiro de mí, como el pedazo de un cristal roto que se te ha olvidado recoger y con el que te cortas sin querer. Dejo ambos en tu bolsillo, al borde sin darme cuenta, esperando que no se caigan. Pero no lo consigo. ¿Recogiste los dos o sólo el que podías ver? Nunca sabré si me perdí. En ese momento tampoco me importó. No, porque te veré mañana. Mañana que ahora es ayer, o antes de ayer, o un día del que hace demasiado tiempo.
Tuve sueños bonitos aquella noche. De un botón que hacía que todo girase más rápido, aunque a ti no te gustase. Soñé con ramas de madrea, que hacía un ruido espantoso al romperse. En mi sueño había ratones, hipopopopotatamos, peces amarillos con rallas azules, ovejas. Jugaba a “piedra, papel o tijera” y siempre ganaba lo mismo.
Y, mientras escribo y sigo ganando, miro a mi alrededor y todo se desvanece. Sólo me quedan un par de acordes y, en las mano, una manzana mojada, un trozo de papel con agujero y una caja que aún conserva su olor.

lunes, 12 de abril de 2010

Versos para ti

Hay momentos, pocos, en los que encuentro sentido a escribirte. Aún no he decidido si son fruto de una locura desesperada o de la más clara lucidez. Son instantes solitarios, en los que te echo tanto de menos que mi imaginación me traiciona.
Es entonces cuando te escribo. Para sentirte un poco más cerca, para que dejes de ser sólo en mi cabeza y para que, cuando algún día me leas, sepas que me acuerdo de ti.
Te escribo en esos momentos en los que te busco en todos nuestros rincones, que nunca sabré si son míos o de los dos.
Hoy quería escribirte. Quería que supieras que, cuando vuelvas, te estaré esperando con un montón de globos. Cuando vuelvas, los ataré a tus sueños. Para que nunca se olviden. Para que nunca se caigan.



http://www.youtube.com/watch?v=93jxkqG0gWc

jueves, 18 de febrero de 2010

El mar y las piedras


El mar ronronea incesantemente. Las olas siguen, sin parar nunca, chocando contra la playa. El agua se cuela entre las piedras encontrando cada hueco libre, haciéndolas chocar con un leve susurro. Y se retira, dejándolas solas, tristes, desamparadas. Intentan ir detrás, inundadas de vacío, de sed, más no pueden, se escapa. Pero, cuando creen estar muriendo, envueltas de una inmensa agonía, el mar regresa, para abrazarlas, para recordarles que está ahí, que nunca las dejará, porque son lo más valioso que tiene. Las piedras lloran de alegría, se enredan en el agua que las acaricia suavemente. Y así, en tal excitación, se quedan hasta que el agua se marcha, las deja de nuevo, y tiemblan, asaltadas por el horrible miedo de que el mar no vuelva, de que se olvide de ellas. Pero siempre vuelve, el mar siempre vuelve, enamorado. Aguarda impaciente el momento de regresar cuando está lejos, y disfruta cada instante del abrazo. ¿Qué por qué se va? Porque cada vez es mas bonito el reencuentro. Pero nunca se va del todo. Siempre se queda cerca, aguardando impaciente, que las piedras le llamen.