jueves, 30 de julio de 2009

28/Julio/2009

El sol entra de puntillas por la ventana y acaricia mi cara. Parecen tus manos despertándome y abro los ojos. ‘Buenos días’, me dice la mañana, arrancándome una sonrisa.
Sin hacer ruido me levanto y salgo fuera. Lo que queda del frío de la madrugada me lava la cara, aún queda rocío en el césped.
Camino. Sé dónde me llevan mis pies y no intento resistirme.
El asfalto que sentía bajo mis pies ya no está. En su lugar, fina arena. Sigo andando hasta que siento el agua. La playa está desierta. El mar es el único sonido y la única vista. Es la única compañía. Me voy sumergiendo en él, dejo que acaricie cada parte de mi cuerpo, piel con piel. Nada me ata ya, ni siquiera la ropa. Dejo mi cuerpo flotar sobre la superficie, mirando el cielo tan azul, para que me reconozcas si vienes.
Oigo a alguien en la orilla. Sonrío mientras me pregunto cómo me habrás encontrado. Salgo del agua despacio, intentando atrapar este momento de tranquilidad. Tranquilidad por saber que, al final, has venido a buscarme. Pero, cuando lo único que queda dentro del agua son mis pies, me doy cuenta de que no eres tú. ‘¿Estás bien?’, me pregunta la figura. Una sonrisa como respuesta.
Mis pies deciden que es hora de irse, me alejo de la playa.
Te dejo en el mar, con mi baño. Como un mensaje en una botella, espero que te llegue al otro lado del mundo.

27/Julio/2009

No sé cuántas estrellas se ven desde tu lado del mundo. Supongo que muchas, muchas más que aquí. Ni siquiera sé si las miras y no creo que, si lo haces, te acuerdes de mí. Pero hoy, tras un día de lluvia y prisas, el universo me regala este momento.
Descalza, he buscado un pequeño rincón de oscuridad y me he tumbado en la hierba. El cielo, coloreado de noche, está manchado con innumerables puntos brillantes.
Inspiro aire limpio, con calma, llenándome de oscuridad. Y te echo de menos. Pienso en que, tal vez, te gustaría estar aquí, tumbado conmigo, viendo a través de mis ojos y sintiéndote tan pequeño, dejándote inundar por la inmensidad de todo lo demás. Pienso que te enseñaría las constelaciones y te contaría historias pasadas, de qué les llevó allí.
Tanto te pienso que me niego a volver a la realidad, a mirar a mi lado y no encontrarte. No sé si lo que se me escapa es una sonrisa o una lágrima. Lo que sí sé es que la felicidad debe parecerse a esto.

25/Julio/2009

¿Te acuerdas de cuando cabías en un castillo de arena? Cerca del mar todo parece más fácil.
Muevo los pies desnudos, no me gustan los zapatos. Juegan con la arena mientras me acerco al agua, hasta que lo toco. Y sonrío. Sonrío pensando en ti y en lo que te gustaría estar aquí. Busco rincones nuevos para enseñártelos cuando ventas, si vienes algún día. Miro al horizonte y pienso si tú estarás al final del mar, al otro lado de la línea.
Y te echo de menos.

lunes, 13 de julio de 2009

Amets egiteko

Poco convencida dejo irse a mi cordón umbilical, desaparecer entre la muchedumbre, irse con otros. No puedo creer que las bicis nuevas queden tan lejos. Siento que todo se encoje a mi alrededor, también la ropa. La ropa que llevaba puesta, ya no. ¿Dónde estarán los leones? Estás de vacaciones, ¡de vacaciones!, me digo, como si lo repitieses tú.
Abro los ojos. Me acaricio las piernas, pero no encuentro nada golpeándolas. ¿Y la cara? No, tampoco hay manos en mi cara. Ni siquiera agua. Miro el reloj: demasiado tarde para los cuernos. Aunque no tengo sueño, te lo cuento. Que es demasiado tarde.
Mis manos están vacías. Las observo por un lado y por otro pero no puedo encontrar nada. Sólo una canción sin sentido y un guante de látex, aún sin armar. Al levantar la vista para buscarte, me doy cuenta de, aunque pensaba que estaba sola, no es así. Estoy en medio de 80.000 personas y no puedo evitar reír. Sin poder creerme que sean tantas (80.000!!!!!!!!!!!!!) empiezo a contarlas… en inglés. O T T F F… Una lágrima comienza a caer, no puedo parar de reír.
Mejor ir a por un poco de agua. Cuando comienzo a beber, un extraño sabor me invade. PERO CUANTA SAL!! Me miras y te ríes, tú lo sabes. Pero ya no me importa porque así tú foto da sentido a la mía.
Busco casas, casas bonitas, para verlas juntos aunque soñemos por separado. Yo tengo una aquí. No es fea. Es cómoda, siempre caliente, siempre con la puerta abierta. Quisiera quererla, quisiera que me gustara. Pero no lo consigo. Sólo pienso en una casa que está lejos, en medio de una montaña. Para llegar hay que atravesar fría nieve y peligrosos ríos y, cuando llegue, estará cerrada. Pero no me importa, aunque mi cabeza diga que tengo un pequeño “síndrome”.

Podría seguir y seguir. Escribir de mi nariz y del mejor jugador a los palos, de manos teñidas y de quitarte pinzas en el desván, de cervezas, de juicios en medio del campo. Pero todo eso ya lo sabes.
También podría empezar diciendo “si mi cuerpo fuera pluma…” pero no quiero mentirte.
Prefiero contarte la sensación de libertad que sólo tú me has enseñado. Prefiero decirte que me gusta la forma que tienes de dejar todo mi mundo del revés, de hacer añicos lo que debería ser y dejar paso a todo lo demás. Prefiero que sepas que me gusta sentarme en cualquier sitio a no hacer nada. Me gusta hacer masajes mientras tú haces cosquillas y planear secuestros. Me gusta que medio chocolate sepa mejor que uno entero. Me gusta cuando me dices “ven aquí” porque has encontrado algo bonito y me gusta buscar cosas curiosas para enseñártelas. Hasta podría llegar a acostumbrarme a que interrumpas mis horas y grites en mi oído. Imagínate que hasta me gusta que me despiertes tocándome la náriz…

No sé en qué palabra podría resumirlo todo, porque quizás no exista, pero me gusta pensar que está cerca de la isla que se convirtió en montaña… por tu culpa.