viernes, 19 de junio de 2009

Sobredosis

Su espalda apoyada en la pared. En una mano se consume un cigarro, la otra sujeta su cabeza que pesa demasiado como para permanecer erguida. No entiende cómo ha llegado a ese punto, ¿qué he hecho?, ha vuelto a caer. Lo ha intentado. Con todas sus fuerzas ha intentado resistirse. Pero él acabó siendo más fuerte, su debilidad. Su única debilidad. Y ahora ya no hay vuelta atrás, ahora corre por sus venas sin compasión. ¿Qué he hecho?
Comienza a sentir cómo va nublando su cabeza, cómo inunda sus pulmones. Intenta atrapar una última bocanada de aire. Pero es demasiado tarde, todo está perdido.
Cuando está a punto de abandonarse a la locura, la despierta una suave brisa. Inunda todo con un olor que ella conoce bien. Llena de rabia, se frota la nariz. No, no quiero. No quiere que ese aroma entre dentro de ella. Cuando cree que no puede haber mayor sufrimiento que el que ahora inspira, un sonido le taladra los oídos. Esa voz, dulce. Grita, para sólo oírse a sí misma. Grita, lo más alto que puede, para no oír nada más, mientras con las manos presiona sus orejas. Con fuerza, para no oír nada. Pero queda petrificada. Ha notado una mano recorriendo su piel. Violentamente intenta apartarse, no quiero que me toques. No lo consigue. Sólo quiero abrazarte, retumba la voz y los brazos la aprisionan. Quiere escapar, correr lejos de allí.
Abre los ojos. Sólo para despertarse, sólo para que se acabe. Y ahí está él. Sólo un beso, el suave sonido mientras se acerca. No puede escapar. Y grita, cada vez más fuerte, llora, gime. Con las uñas araña su propia piel, desgarra su propio rostro. Grita. No sabe que no hay nada. No sabe que está sola, que pelea con fantasmas.

Abre los ojos. No sabe dónde está, no sabe qué ha pasado. Le duele cada parte de su cuerpo, la piel le arde. Y está sola. Quiere abrazarle, pero no está. Quiere verle, tenerle a su lado.
Le hace falta mucho esfuerzo para levantarse. Tambaleándose, apenas logra mantenerse en pie. Su mano busca la pared para no caerse, tiene que aprender a hablar sobre el suelo resbaladizo. Un paso, otro. Va a buscar su dosis diaria. Toca su nariz, sangre.
Sabe que no debe, otro paso, pero está irremediablemente perdida: necesita sus palabras, las de él, fluyendo por sus venas.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Nada malo: abrázale. Nada nuevo: abrázale. Suave abandono: abrázale. La nuca descubierta: qué paseen sus dedos por ella. Tú, etre tanto, abrázale. Déjale tu piel.

Porque esa nuca descubierta, ese cabello recogido, la sonrisa amplia que desgrana sus palabras... llenan sus horas vacías.

Porque él ya no encuentra un libro que llene sus horas sin recordarla. Una película que no le atormente en una eternidad de nostalgias que le llevan hasta ella.

Solo entonces, se desvanece en una veladura de insensibilidad donde las horas se evaporan.

Escribe. estás viva.

Jesús V.S. dijo...

Y todo se resumirá en palabras, siempre. Huir siempre suena cobarde, pero a veces es mejor que pelearse con fantasmas.

Un besito.

Anónimo dijo...

Debes ver -si no la viste ya- 'la bouble vie de Véronique', de Kieslowski. Te encaja. La he terminado de ver ahora mismo y he recordado lo que escribes. Aunque no tenga que ver con esta entrada concreta ni con mi post a ella. Te gustará. Seguro. El arranque... Debes verla.