martes, 13 de abril de 2010

Chicles de canela

Con la última mitad va el último suspiro de mí, como el pedazo de un cristal roto que se te ha olvidado recoger y con el que te cortas sin querer. Dejo ambos en tu bolsillo, al borde sin darme cuenta, esperando que no se caigan. Pero no lo consigo. ¿Recogiste los dos o sólo el que podías ver? Nunca sabré si me perdí. En ese momento tampoco me importó. No, porque te veré mañana. Mañana que ahora es ayer, o antes de ayer, o un día del que hace demasiado tiempo.
Tuve sueños bonitos aquella noche. De un botón que hacía que todo girase más rápido, aunque a ti no te gustase. Soñé con ramas de madrea, que hacía un ruido espantoso al romperse. En mi sueño había ratones, hipopopopotatamos, peces amarillos con rallas azules, ovejas. Jugaba a “piedra, papel o tijera” y siempre ganaba lo mismo.
Y, mientras escribo y sigo ganando, miro a mi alrededor y todo se desvanece. Sólo me quedan un par de acordes y, en las mano, una manzana mojada, un trozo de papel con agujero y una caja que aún conserva su olor.

No hay comentarios: