martes, 26 de mayo de 2009

Este partido se juega en Europa

Hoy me ha llegado una carta. No me gustan las cartas. Están anticuadas, obsoletas. ¿Quién necesita una carta cuándo para salvaguardar la cultura ya están los toros? Todas esas tonterías son culpa de Zapatero. Escribiendo cartas en vez de dirigir el país.
Pero a mí me hace ilusión. Jose Luis me escribe habitualmente. Son cartas largas, llenas de sentimiento. Me escribe para explicarme lo que hace, su día a día. Me escribe para explicarme cómo trabaja para mí, para nosotros. Me escribe para corroborar mis derechos y libertades, para describir sus acciones sociales, sus nuevas propuestas.
Me gusta que me escriba, sus frases me dan ánimo, ganas de seguir. Lo que más me gusta es que siempre lo hace de forma desinteresada, sin ningún fin específico. Únicamente para que sienta que hay alguien que se preocupa por mí, se interesa por mis problemas y los de los demás.
Hoy me ha llegado su carta. Las lágrimas resbalaron por mis mejillas, de emoción. En su última carta, Mariano me dijo que también me escribiría pronto. Espero que no tarde, me muero de ganas de que, también él, atienda mis necesidades.
Me encanta que se acuerden de mí, sobre todo cuando no piden nada a cambio.

¿A vosotros también os escriben?

sábado, 23 de mayo de 2009

Tormenta

Aún corriendo y mojada, sólo tengo ganas de escribir. Todo lo que se había ido, lo que se me había olvidado cómo hacer, ha vuelto de pronto, disfrazado de tormenta de verano. Gotas de lluvia que me empapan de ilusión, de ganas, de vida.

sábado, 9 de mayo de 2009

De cuando la noche es demasiado oscura

Hacía mucho tiempo que no oía el silencio. El eco del tic-tac de los relojes. Me siento en el suelo, a tu lado. Tú respiración es lo único que lo rompe todo, que me rompe a mí. Quiero tocarte, sentir el calor de tu piel -¿aún queda calor en ti?- pero no quiero despertarte. Descansa. Sobre todo descansa.
No te veo, la oscuridad es demasiado negra. Pero te busco, porque sé que estás ahí. Porque te oigo respirar. Porque siento el calor que te queda –sí-.
Me he prometido no llorar, ser fuerte. Pero no puedo. La desesperación empieza a crecer. Me falta el aire que tú respiras, que te llevas, sin dejarme nada. Quiero ayudarte, pero no sé cómo. No sé cómo hacer que me dejes. ¿Qué hago mal? ¿Qué necesitas? Oigo las preguntas rebotar contra las paredes, pero ninguna me devuelve una respuesta. ¿Por qué no me contestas? ¿Por qué no abres los ojos? Te necesito tanto. Tranquila, no dejes espacio al desamparo. Es él quien te necesita fuerte, es él quien necesita ayuda.
Poco a poco el cansancio se apodera de mí. A tu lado, en el suelo, me voy quedando dormida. En el último momento antes de desaparecer pienso que, mañana, todo seguirá igual. Pero, al menos, tú también estarás despierto.